PARDAO
Otra ciudad solitaria. Otra tarde solitaria. Busca unos soportales que le protejan de la fina lluvia que cae eternamente. Saca la guitarra de su funda. Comienza a afinarla. La gente lo mira deprisa, de soslayo, con extrañeza, con incomprensión, sin parar. Contempla los adoquines mojados que reflejan el miedo y empieza a cantar.
Otra noche solitaria. Otra botella vacía. La lluvia de noviembre tamborilea sobre el cartón que vela sus sueños. Entre las últimas risas y las toses de la mañana, entre los zapatos que se arrastran y los taconeos rápidos del alba, entre la incomprensible línea que separa los días logra dormir.
No es demasiado joven para llorar, ni demasiado viejo para abandonar cuando una mujer le deja tirado. No es demasiado joven para mentir, ni demasiado viejo para preocuparse cuando piensa en su futuro.
Sabe lo que quiere hacer. Hace lo que quiere. Viaja de ciudad en ciudad. Se deja llevar por los camioneros que marcan su destino. Canta. Canta canciones de desamor, canta a amores perdidos, canta saudades con aroma a musgo que guarda dentro de su alma. Vive así. Sin tomar una decisión. Confía en su hado.
A veces piensa que debería cambiar. Dejar las carreteras solitarias, las otras nuevas ciudades solitarias. A veces mira las ciudades que deja atrás como los marineros miran el puerto que abandonan. A veces tiene, y no lo sabe, nostalgia.
No es demasiado joven como para soñar, ni demasiado viejo como para olvidar cuando intenta recordar donde está la línea de salida. No es demasiado joven como para darse cuenta, ni demasiado viejo para apresurarse cuando piensa en cambiar de vida.
Mientras tanto sólo quiere viajar. De ciudad en ciudad. Sintiéndose libre como un Dios. Con el aire golpeándole en el rostro. Cantando canciones tristes. Solo. Al borde de la carretera. Mojado. Con el dedo al aire y su guitarra detrás.
Texto: Esteban Gutiérrez Gómez
(otra versión del "Ride on" de AC/DC + "Pardao" de Los Suaves)
Foto: Sara Bubois, 2009 (Gracias)
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